La agitada vida de la sociedad moderna hace que el término “estrés” sea popular en todas partes. Cualquiera tiene, puede y podrá caer en un estado de estrés. Contrariamente a la creencia popular, el estrés no sólo causa daños psicológicos, sino que también tiene efectos extremadamente negativos en nuestra salud física.
El estrés prolongado puede promover la formación de grandes haces de células nerviosas en el cerebro, alterando la formación de la memoria y haciéndonos sentir miedo ante situaciones que en realidad son inofensivas. Esto puede ayudar a explicar por qué las personas con estrés “crónico” a menudo se sienten amenazadas incluso en entornos seguros.
De hecho, los investigadores saben desde hace mucho tiempo que el estrés o el trauma pueden conducir a un estado psicológico de miedo a situaciones inofensivas. Por ejemplo, después de quemarnos el dedo con una sartén caliente, surgirá un estado de estrés que nos incitará a sentir miedo no sólo a la sartén sino también a evitar el fuego o no querer cocinar. Este tipo de miedo generalizado es común en personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y trastorno de ansiedad generalizada.

Un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Cell describe cómo el estrés altera la formación de la memoria y, específicamente, el recuerdo de eventos aterradores. Los resultados podrían informar el desarrollo de tratamientos para personas con trastorno de estrés postraumático y trastornos de ansiedad.
Básicamente, los recuerdos se empaquetan en grupos de neuronas, llamados engramas. Los engramas están activos cuando se forman los recuerdos. Sheena Josselyn, neurocientífica del Hospital para Niños Enfermos de Toronto, Canadá, y sus colegas realizaron un estudio para analizar si el estrés altera la formación de engramas, centrándose en una región del cerebro llamada amígdala. Esta es el área del cerebro involucrada en el estrés y las respuestas emocionales.
El estudio implicó un experimento complejo de tres pasos en ratones. En primer lugar, Sheena Josselyn y sus colegas sometieron a algunos ratones adultos a un estado de estrés inyectándoles la hormona del estrés corticosterona, o confinándolos en un pequeño tubo durante 30 minutos, lo que aumenta los niveles de corticosterona en sus cuerpos.
A continuación, colocaron a los ratones (algunos estresados y otros no) en una habitación y reprodujeron un sonido de tono medio durante 30 segundos (el evento neutral). Después de un descanso, las ratas regresaron a la habitación y experimentaron un silbido agudo durante 30 segundos, que terminó con una descarga eléctrica de 2 segundos en el pie, destinada a imitar un evento aterrador para ellas.
Para probar cómo los ratones almacenan recuerdos de estas experiencias, los investigadores los colocaron en un nuevo entorno y reprodujeron los dos sonidos mencionados anteriormente, observando sus reacciones.
Los ratones no estresados se pusieron rígidos sólo cuando oyeron el silbido agudo, mientras que los ratones estresados se pusieron rígidos cuando oyeron ambos sonidos, lo que sugiere que eran incapaces de distinguir entre eventos neutrales y temibles.
Los investigadores han utilizado una variedad de técnicas para modelar la actividad neuronal en roedores. Descubrieron que, durante la formación de la memoria, los ratones no estresados formaban pequeños engramas en respuesta a silbidos y descargas eléctricas en los pies, y estos solo se reactivaban cuando se exponían al silbido. Pero los ratones estresados formaron engramas más grandes, que se reactivaron cuando se expusieron a ambos sonidos.
Experimentos posteriores observaron la ocurrencia de una secuencia de eventos en el cerebro que producían engramas más grandes en ratones estresados. En condiciones normales, células nerviosas específicas de la amígdala inhiben la actividad neuronal mediante la liberación de mensajeros químicos llamados ácido gamma-aminobutírico (GABA). Esto asegura que se cree un pequeño engrama en respuesta al recuerdo negativo. Pero cuando están estresadas, las neuronas excitatorias bombean neurotransmisores llamados endocannabinoides al cerebro, que se unen a los receptores de glucocorticoides en esas neuronas inhibidoras y les impiden liberar GABA, lo que da lugar a engramas más grandes. En otras palabras, más neuronas podrían unirse a este club exclusivo, dice Josselyn.
El equipo logró revertir los efectos del estrés en la formación de la memoria utilizando dos medicamentos, uno de los cuales está aprobado para la interrupción temprana del embarazo: la mifepristona. Estos medicamentos bloquearon los receptores de glucocorticoides o la producción de endocannabinoides, y los ratones estresados recordaron los recuerdos de la misma forma que lo hicieron los ratones no estresados. Pero los investigadores también advierten que estos medicamentos causarían efectos secundarios fuera del cerebro y sólo funcionarían si se administraran en el momento en que se forman los recuerdos, lo que hace poco probable su uso en humanos, al menos por ahora.
El equipo ahora está tratando de descubrir si los engramas pueden alterarse después de que se han formado los recuerdos, o si hay otras formas de minimizar los efectos del estrés en la memoria.